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Abrazar el cambio: mi viaje a través de la incertidumbre

De niño, creía que algún día todo encajaría, ordenado, perfecto, en su lugar. Es una ilusión preciosa, ¿verdad? Pensar que la vida simplemente se alineará. Pero la vida tenía otros planes.

Recuerdo estar en ciertas encrucijadas, cuando una decisión podía cambiarlo todo. El miedo a lo desconocido era abrumador. Sin embargo, cada vez descubrí que el cambio no es algo a temer, sino a abrazar. Es a través del cambio que crecemos, evolucionamos y descubrimos nuestro verdadero potencial.

Mirando hacia atrás, apenas puedo creer la cantidad de veces que mi camino se ha desviado, algunos cambios los elegí yo, otros llegaron sin avisar. Cada uno me marcó. Cada uno me enseñó algo esencial: las emociones no son obstáculos que hay que superar, sino mensajes que debemos escuchar. Durante mucho tiempo resistí las más incómodas, el miedo, la tristeza, la frustración. Con el tiempo aprendí que reprimirlas solo hace que vuelvan con más fuerza.

Lo que más me ayudó fue cambiar la perspectiva: el cambio no tiene por qué ser radical ni absoluto. Empieza con pasos pequeños, dormir un poco mejor, sentir un poco menos de miedo, encontrar instantes de calma. El crecimiento nunca es lineal, y el éxito no consiste en eliminar todos los problemas, sino en aprender a avanzar, aunque sea de forma imperfecta.

Mi vida ha sido una práctica continua de esta verdad. De Argentina a Italia, donde perseguí un sueño como jugador profesional de voleibol hasta que una lesión de rodilla me obligó a soltarlo. Después a España, donde volví a empezar, validando mi título de médico y trabajando en tres ciudades antes de entrar en el mundo farmacéutico. Más tarde, a Suiza, donde mi carrera creció aún más. Y finalmente, otro giro inesperado: perder mi trabajo después de años de dedicación.

Ese momento podría haber parecido un final. En cambio, se convirtió en el inicio de algo nuevo. Elegí formarme en psicoterapia, no solo para ampliar mis conocimientos, sino porque sentía profundamente el deseo de acompañar a otros en sus propios cambios, miedos y nuevos comienzos.

Cada punto de inflexión en mi vida comenzó con algo pequeño: una elección, un contratiempo, o simplemente la curiosidad. Y cada uno me mostró que el cambio nunca es el final de la historia, es la puerta al siguiente capítulo.

Así que si hoy te encuentras en tu propia encrucijada, te invito a mirar el cambio de otra manera. No como algo que temer, sino como una oportunidad para escuchar, crecer y dar ese siguiente pequeño paso hacia adelante.

Porque a veces, es el cambio más pequeño el que abre el camino a la transformación más grande.

 
 
 

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